REALIDADES AMPUTADAS

REALIDADES AMPUTADAS

El Cirujano Rebelde (Erik Gandini, 51’, 2017)

 

Ya en su documental de 2015, La Teoría sueca del amor. El secreto de la felicidad, el director Erik Gandini nos presentaba a Erik Erichsen y Sennait Erichsen, matrimonio y compañeros profesionales; él, sueco y médico cirujano, ella, etíope y enfermera. El cineasta se quedó prendado de su historia y los ha convertido en protagonistas de su nueva película. El Cirujano Rebelde aborda principalmente la labor del Dr. Eriksen en Aira, Etiopía, donde a pesar del inmenso volumen de pacientes y la escasez de medios, lleva a cabo una actividad asombrosa. Grandini se introduce en su consulta y en su quirófano para registrar los diferentes casos que debe atender este médico y cómo, liberado del farragoso deber de la burocracia, es capaz de llevar a cabo una extensa labor que salva vidas.

El Dr. Eriksen lleva a cabo procedimientos que en Europa, en su Suecia natal, estarían totalmente vetados o, al menos, desplazados a una última opción. El volumen de pacientes y la gravedad con la que llegan algunos de ellos a su consulta no le permiten perder tiempo y, a lo largo del metraje, vamos viendo la forma en que establece diagnósticos casi a primera vista o se mete en quirófano sin estar seguro de lo que se va a encontrar una vez opere al paciente. Tampoco las condiciones con las que trabaja son las más adecuadas. Su equipamiento tiene más de remiendos al estilo MacGyver que de arsenal profesional. Varillas de bicicletas, taladros domésticos, artilugios oxidados forman parte del instrumental que le acompaña en el quirófano y, a pesar de ello, se enfrenta diariamente a importantes traumas, tumores, partos de riesgo o deformaciones físicas congénitas.

Varias son las reflexiones por las que nos conduce el cineasta a lo largo del metraje. La principal es el estado de desamparo sanitario existente en el Tercer Mundo, donde gracias a la labor de médicos comprometidos y dedicados como el Dr. Eriksen se logra sacar adelante una consulta desbordada de pacientes. Sin embargo, Grandini enlaza la experiencia del cirujano con su discurso crítico con el Primer Mundo, donde el exceso de burocracia frena y obstaculiza la labor de los médicos, obligados a convertirse más en funcionarios e invertir más tiempo en informes y autorizaciones que en su labor sanadora. Los aspectos morales de los métodos del protagonista, la falta de supervisión de un organismo superior que estudie la conveniencia de sus procedimientos se pone también sobre el tapete, aunque someramente, y el propio protagonista confiesa que muchos de ellos serían considerados una aberración en el Primer Mundo. Efectivamente, la frialdad y premura con la que lleva a cabo algunos procedimientos intrusivos resultan incómodos y chocantes desde una mirada externa. En este sentido, aunque intenta mantener cierta distancia de su materia de estudio, Grandini se deja llevar por la fascinación y la admiración que siente por el Dr. Eriksen, ofreciendo un retrato amable y laudatorio, donde todos los pacientes que pasan por su consulta acaban mejorando su condición y mostrando su agradecimiento al médico.

Si bien la cámara trata de marcar cierta distancia con las acciones, lo cierto es que hay en el Dr. Eriksen unas ciertas ansias de protagonismo, a la vez que cierta necesidad didáctica a la hora de explicar e involucrar la labor documentalista dentro de su labor médica. Más allá de los momentos explicativos, donde el protagonista expone sus argumentos directamente a la cámara, éste también invita a observar y hace cómplice al director de la propia acción que está registrando. Si bien hay algunas imágenes un tanto escabrosas, el documental es muy respetuoso con lo que muestra y evita caer en un discurso morboso. El propio Grandini se reserva cierta función como narrador (en nuestra opinión, prescindible) y complementa el retrato profesional del Dr. Eriksen con una mirada intimista a la relación que mantiene con su esposa Sennait, lo cual ahonda más en ese perfil humanizador del buen doctor.

El Cirujano Rebelde compagina el discurso social crítico con una mirada humanista y amable hacia su protagonista, suaviza los aspectos más ásperos de su labor y obvia las facetas más dramáticas enfatizando su conducta paternalista y cordial. Pese a todo se trata de un trabajo que nos adentra en un espacio poco conocido y nos ofrece un relato de superación en un entorno totalmente adverso.

Manuel E. Días Noda

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