29 Ene EL MISTERIO POLACO: REPASO POR UNA TRADICIÓN
La extraordinaria calidad del cine documental polaco causa verdadero vértigo. Todos los años aterrizan en MiradasDoc una docena larga de películas provenientes de ese país, y todos los años, casi sin excepción, más de la mitad terminan no ya solo formando parte del programa oficial, sino aportando a dicho programa altos grados de excelencia cinematográfica.
El año pasado, por ejemplo, entraron programación siete piezas, todas ellas creadas con gran sutileza y, como es norma de su estilo, tensionadas entre un tono dramático siempre comedido y una más fina ironía. De la tanda polaca del año pasado guardamos grato recuerdo del majestuoso traveling de Superedificio de Teresa Czepiec, de la ternura solidaria de Salón de belleza de las hermanas W. de Jakub Stozek o la emoción serena de Solo es un sueño de Jakub Michnikowski. Todas realizadas durante el año 2014.
En esta décimo primera edición, el número de obras polacas de las que podremos disfrutar en las pantallas de MiradasDoc asciende nada más y nada menos que a once, todas pertenecientes a las más jóvenes y prometedoras promociones:
- Brothers (68’) de Wojciech Staron (1973).
- End of the World (40’) de Monika Pawluczuk.
- Paradise on Earth (52’) de Cecylia Malik.
- Piano (45’) de Vita Maria Drygas (1984).
- A documentary film (7’) de Marcin Podolec (1991).
- Second life (19’) de Eugeniusz Pankov (1988).
- Years have gone, winter is coming (18’) de Karol Palka (1991).
- Football brothers (26’) de Marcin Filipowicz (1985).
- Three conversations of life (25’) de Julia Staniszewska.
- Urban cowboys (30’) de Pawel Zienmilski (1981).
- Close ties (18’) de Sofía Kowalewska (1995).
Once películas rotundas y serias de un total de noventa piezas seleccionadas para la competición oficial representan una cifra importante. Lo suficientemente importante como aventurar algunos datos y reflexiones.
¿Cuál es el motivo de que la industria polaca sea tan potente e irradie tanta calidad? La respuesta hay que buscarla, sin duda, en su tradición cinematográfica, pero también en la existencia de instituciones paralelas muy importantes.
En primer lugar las históricas, verdaderos paraísos para la formación de los cineastas: nos referimos a la Escuela Estatal de Altos Estudios de Cine, Televisión y Teatro de Lodz, activa hace ya más de cincuenta años ―espacio donde estudiaron figuras como el maestro Andrzej Wajda, Polanski o Kieslowski― y la Facultad de Radio y Televisión de la Universidad de Silesia en Katowice.
Tampoco hay que olvidar la existencia de la Productora de Películas Documentales, fundada en Varsovia, en 1950, organismo en que el documentalismo polaco encontró uno de sus máximos apoyos.
El Festival Cracoviense de Cortometrajes es también otro de los bastiones que mantienen vivo el ritmo y la calidad de la producción documental en Polonia. Gestado a principios de la década de 1960, fue el primer festival cinematográfico de Polonia, y aún hoy continúa celebrándose.
Entre sus primeros premiados se encuentra nada más y nada menos que Kazimierz Karabasz, quien, junto a Jerzy Bossak, sentó las bases del documental polaco en la época inicial de la Escuela de Lodz. Es sabido que Bossak concedía gran importancia a la observación minuciosa y directa del tema para, desde ahí, dar un salto cualitativo a valores universales y espirituales. (Sin duda este procedimiento narrativo está presente en muchas de las películas polacas que llegan MiradasDoc.)
La otra gran columna ética y estética del cine documental polaco está formada por las ideas de Karabasz, uno de los clásicos vivos del documental polaco. Hasta no hace muchos años Karabasz continuaba dando clases en la Escuela de Lotz. Su documental Los músicos (1960), de apenas diez minutos, fue incluida por Kieslowski entre las diez mejores películas del mundo. Karabasz inculcaba en sus alumnos la idea de que no hay protagonistas extraordinarios o excéntricos. Para él, los personajes deben ser, sobre todo, personas absolutamente corrientes que, poco a poco, gracias a la estructura del filme y la mano cuidadosa del creador, han de ir creciendo ante la cámara hasta convertirse en unos hombres y mujeres a quienes desearíamos conocer. ¿Les suena?
La solidez del cine polaco, en efecto, tiene su origen en los años de la llamada Polonia Popular. Desde mediados de la década de 1950, cuando el régimen comunista disminuye su rigidez ideológica, la industria polaca dejó atrás gran parte de los imperativos propagandísticas del estado y comenzó a producir un cine más veraz, más creativo y libre, pero también más próximo a la verdadera realidad social del país. De ese periodo de cambio surgen dos de las corrientes creativas más importantes del este cine: la escuela polaca de cine (1956-1961) y el cine de la inquietud moral (1975-1981). De uno u otro modo, en estas escuelas se movieron figuras capitales como Andrzej Munk, Wajda, Kazmierz Kutz, Tadeusz Konwicki, Krzysztof Kieslowski o Roman Polański.
Los documentalistas actuales y los más jóvenes cuentan con el ejemplo del cine sigiloso y observador de Kieslowski, conocido internacionalmente por su trilogía Rojo, Azul y Blanco, pero hay que tener en cuenta que Kieslowski realizó en su día magníficos e influyentes documentales, como Primer amor u Hospital.
Otro modelo indiscutible del cine de realidad polaco está representado en la figura de Marcel Lozinski (1940), considerado un maestro vivo. Lozinski hunde sus raíces en la época de la Polonia Popular, época durante en que realizó piezas muy críticas contra las ruinas del viejo sistema comunista. En esas obras iniciales Lozinski pone las cartas sobre la mesa y denuncia falsedad del sistema comunista, si bien, con el paso del tiempo, el realizador ha ido concentrando su mirada en la intimidad, las emociones invisibles y la condición espiritual del hombre contemporáneo.
Tras el parón cultural ocurrido entre 1981 y 1989 (recordemos que en ese periodo las autoridades comunistas, ante la inminente debacle política, impusieron la ley marcial), Polonia se abriría a la democracia. Durante la primera mitad de la década de 1990, el cine documental de este país experimentó cambios veloces, sobre todo en lo que tiene que ver con la participación de capital privado en las producciones. Pero la adaptación no fue inmediata y el cine documental, que trató de redefirne y «modernizarse» sufrió un colapso que se prolongaría hasta finales de la década.
Hoy en día, pasado ese momento de crisis y desorientación, el cine documental polaco vuelve a brillar con luz y sello propios. Su poética suele ser silenciosa, sus historias jamás están narradas con estridencia, su ritmo es el de un tiempo de la intimidad, sus personajes ―como querían sus maestros antiguos (Wajda)― son siempre personas y nunca personajes.
Un dato que demuestra la revitalización imparable de este cine: a día de hoy se producen en Polonia entre 150 y 200 piezas documentales al año. El otro dato, sujétense a la mesa: la mayoría de estas piezas son proyectadas en las pantallas de la televisión. Un hecho impensable en España, donde el cine documental creativo está apartado o casi censurado en las televisiones públicas y privadas.
Lo cierto es que una nueva hornada de documentalistas polacos se abre paso internacionalmente. Allí donde van ―y MiradasDoc podría certificarlo― trasladan una forma de hacer cine documental que es reconocido de inmediato y admirado en los principales festivales europeos y los grandes foros de difusión.
Algunos de los títulos más conocidos y reconocidos son:
Escuchad mi grito (1991) de Maciej Drygas.
A 89 mm de europa (1993) de Marcel Lozinski, nominado al Oscar y Grand Prix en Oberhausen y Leipzig.
Fotoamateur (1998) de Dariusz Jablonski, Gran Prix del Festival de Amsterdam.
La lección de siberia (1998) de Wojciech Staron, Grand Prix del Festival Cinéma du Réel en París.
Una historia así (1999) de Pawel Lozinski, Grand Prix en Cracovia y en Leipzig.
Está claro que el excelente estado de salud del documental polaco actual se debe, en gran parte, a una nueva relectura de su potente tradición. El director documentalista polaco entiende que su cine, por influjo de sus maestros nacionales, se encuentra más próximo al espacio creativo del arte que al puro periodismo y más interesado por la reflexión que por acción. Quienes en MiradasDoc estamos familiarizados con este cine ―del que todos los años recibimos una avalancha deslumbrante, colmada de piezas maestras, sabemos de la veracidad de esta afirmación.
Este año, como indicábamos arriba, proyectaremos once piezas verdaderamente magnificas, once piezas que son dignas herederas de la tradición cinematográfica de un país de genios.
Francisco León
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