03 Feb El oficio de pescar
THE CALM TEMPEST / LA TEMPESTAD CALMADA
Omar A. Razzak / 73’ / 2016 / España
La tempestad calmada es la segunda película del director canario Omar A. Razzak, que ya había dirigido la aplaudida Paradiso (centrada en la última sala porno que, por aquel entonces, subsistía en Madrid) y que actualmente se encuentra en la postproducción de Torpe, su último trabajo. Razzak, que también –aunque no siempre– se dedica a las tareas de producción, montaje y fotografía, ha confesado en alguna entrevista que su interés por lo que narra no radica tanto en la historia como en el trasfondo: “Simplemente tomo un espacio –afirma– y cuento cosas sobre eso”. En La tempestad calmada el espacio al que se refiere Razzak nos sitúa en Ponza, una cautivadora isla italiana de apenas cuatro mil habitantes (nombrada en la Odisea y convertida hoy en paraíso turístico), para hablarnos de un mundo próximo a la desaparición: el de la pesca a pequeña escala desempeñado en esa zona. La película se divide en tres actos: “Señales en el cielo”, “La tempestad calmada” y “Los signos de los tiempos”. El primero de ellos se inicia con un viejo marino que enseña a su nieto a coser redes de pesca mientras le revela útiles consejos de supervivencia que exudan cierto paralelismo con determinadas corrientes de la filosofía helenística: “Hay que trabajar siempre –sostiene el abuelo pescador–. Sin trabajo no se come”, o “En la vida hay que hacer siempre de todo”. En el segundo acto, el que da título a la película, asistimos al último viaje de los pescadores en su barco, antes de que sea desguazado. Durante el transcurso de este viaje estalla una tormenta, que el director omite visualmente para centrarse en las consecuencias posteriores, es decir, en los restos del naufragio: los rostros a la deriva de la tripulación envueltos en sombras, como el de Marlon Brando en Apocalypse Now. Aquí Razzak juega con la idea de que los pescadores se han vuelto presos y que, una vez abandonen la cárcel, al llegar a tierra, su existencia se transmutará en pura incertidumbre (aunque, como asegura El Roto en una de sus viñetas, lo único que tenemos completamente asegurado en la vida es la incertidumbre). En estas secuencias Razzak introduce sonidos y arreglos musicales que acentúan la sensación de asfixia y fatiga experimentada por la tripulación, creando imágenes que, en cierto modo, recuerdan a los oscuros flashbacks que David Lynch introdujo en su serie Twin Peaks. El último acto de La tempestad calmada supone el oportuno cierre del retrato generacional que Razzak se propone plasmar en su película: un viejo marinero, durante un mágico día soleado, riega las plantas de su inmensa terraza, que cuenta con idílicas vistas al mar. Entonces entra en escena su hijo y, en un hermoso plano fijo, similar a algunos cuadros de Edward Hopper, dialogan sobre la ausencia de oportunidades en la isla. El padre, resignado, se ve incapaz de convencer a su retoño de lo contrario, así que, cuando éste desaparece de la escena, el padre se dedica a observar, silencioso, la belleza del horizonte que tiene ante sí para, a continuación, proseguir con el riegue de las plantas, habiendo entendido que un mundo –su mundo– ha quedado atrás.
Benito Romero
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