AQUEL EXCITANTE CURSO

AQUEL EXCITANTE CURSO

IN LOCO PARENTIS / IN LOCO PARENTIS | Neasa Ní Chianáin, David Rane / 99’ / 2016 / Irlanda

 

In Loco Parentis (también conocida como School Life) comienza con un viejo matrimonio conversando en el salón de su casa. Ella come un yogurt y un plátano. Él fuma en un sillón. Ella tiene los perros echados a sus pies. Él se parece a Christopher Lloyd. Ella se llama Amanda. Él, John. Ambos son profesores: ella de inglés y arte dramático, él de latín y música. Amanda y John ejercen la enseñanza desde 1970 y son matrimonio desde 1972. Hablan sobre el inicio del nuevo curso. En la siguiente escena cogen el coche para dirigirse a través del deslumbrante bosque al colegio donde imparten clase. La cámara aérea los sigue mientras se suceden los títulos de crédito (un procedimiento ya utilizado en las inquietantes El resplandor y Funny Games). Finalmente el viejo matrimonio de profesores llega a Headfort, el único internado irlandés de primaria. (Aquí es cuando conviene recordar que In loco parentis es una locución latina castellanizada como «En lugar de uno de los padres» que hace referencia a la responsabilidad legal que una persona u organización tiene sobre un menor.) El director del centro, en la inauguración del curso académico, demuestra cualidades propias de un filósofo (es decir, de un cura laico), diciéndole a los alumnos cosas como «Vuestra educación depende de vosotros tanto como de vuestros maestros», «Tenéis el control sobre gran parte de lo que hacéis» o «Ya sois responsables de vuestras vidas». Como la acción transcurre en la católica República de Irlanda, a los chicos en clase se les habla de Dios, de fantasmas y de espíritus, en fin, todo ese discurso esotérico y supersticioso contra el que Spinoza se rebeló en el Tratado teológico-político porque, a su juicio, solo sirve para encarrilar mal el miedo humano hacia la muerte y lo desconocido, a la vez que se trata de un eficaz mecanismo de control que impide a los sujetos alcanzar el pleno conocimiento sobre sí mismos. (Sin embargo el director, que imparte lo que parece una clase de Educación para la Ciudadanía, cuestiona la existencia de Dios y debe lidiar con el imaginativo entramado dualista-trascendental que han inculcado a los chavales desde la cuna.) Gracias a las reuniones del claustro comprobamos que el profesorado se halla muy preocupados por la evolución de cada alumno. En el documental también se resalta el interés que el internado tiene en potenciar la creatividad de los chavales, así como sus esfuerzos para que a lo largo del aprendizaje artístico ningún alumno crea que es menos que otro. Dentro del catálogo de actividades creativas, Amanda se ocupa del teatro y John de la música. El proceso de formación de ambas artes transcurre en un ambiente relajado y de colaboración, en el que se combinan los momentos de chanza con las pequeñas tragedias individuales. Llegados a este punto cabe decir que In Loco Parentis posee una estructura amable, tan amable que a veces se tiene la sensación de estar contemplando un huevo duro. No existe en ella el menor rastro de tensión ni de conflicto. (Se agradece, eso sí, que los profesores y los alumnos sean de verdad y no una prolongación del perverso reduccionismo con el que Hollywood nos ha intoxicado.) Pero la imagen del huevo duro impertérrito se diluye cuando el curso finaliza y vemos a los jóvenes estudiantes despedirse de sus docentes y del resto de personal con el que hicieron migas. Probablemente no los vean nunca más. «Voy a echar de menos esto», confiesa a su madre uno de los chicos con los ojos aguados. Esa escena es la prueba de que para ellos ha sido un curso excitante, porque a esas edades toda experiencia, por pequeña que sea, es acogida por el organismo con una intensidad ilimitada, inocente y envidiable que las vueltas de la vida posteriores se encargan de hacernos olvidar. Y esa intensidad es importante, porque dentro de ella se esconden las migajas de lo que constituirá la personalidad de esos futuros adultos. En la última escena Amanda y John, ese excéntrico matrimonio de viejos profesores, regresan a su casa un poco más cansados que al inicio de la película, donde les esperan sus amorosos perros. Dejan atrás un año más de cotización y la satisfacción del trabajo bien hecho.

 

Benito Romero

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