03 Feb ‘Grab and run’, la brutal historia del rapto de novias en Kirguistán
La documentalista Roser Corella participa en el concurso internacional ópera prima de MiradasDoc con una película que se asoma a la aceptación social, incluso de las víctimas, de una práctica que es delito en el país
“Todo buen matrimonio empieza con lágrimas”. Con esta frase, que es una realidad que sufren miles de mujeres de Kirguistán, introduce la directora Roser Corella el epílogo de Grab and run (85’ / 2017 / España). Este documental, que presentó al concurso internacional de ópera prima en la duodécima edición del Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora, describe la habitual práctica del secuestro de novias entre los kirguís. Se trata de una antigua tradición con tintes románticos, que ha acabado convirtiéndose en una práctica violenta y humillante para las mujeres, incluso universitarias, que acaban resignándose a compartir su vida con hombres que no eligen, atrapadas por la presión social.
Corella descubrió la historia en 2012, al presentar un corto en un festival en Biskek, la capital de Kirguistán. Lo que más le llamó la atención entonces fue escuchar en boca de una mujer calificar al Ala-kachuu, que significa ‘agárrala y corre’, “como tradición”, según explicó la directora al público de Festival durante el coloquio posterior a la proyección de su película.
Desde que conoció la práctica del rapto de novias en este país, tenía en la cabeza la necesidad de contar esta historia y comenzó a investigar. En 2015 decidió que, pese a no obtener ayudas de ningún tipo, tenía que comenzar a rodarla financiando ella misma el proyecto, para el que realizó tres viajes al país.
Ayudada de dos traductores, una mujer y un hombre, rodó en dos pueblos de la zona rural de este país y, según aseguró, le fue fácil el acceso a las familias, pero la película deja ver una realidad sorprende: la costumbre es un hecho brutal, que incluso las víctimas admiten. “El destino de las mujeres es casarse” es la justificación que usan una y otra vez a lo largo del documental voces masculinas y femeninas de todas las edades.
Lo que los kirguís llaman una tradición es en realidad la reacción de un pueblo rural a la llegada de la cultura y el acceso de las mujeres a la universidad, con todas las posibilidades que ello conlleva. La época soviética generalizó la formación y muchas mujeres accedieron a titulaciones universitarias, mientras que los varones optaron –así se contempla en el film– por seguir cuidando del ganado y la agricultura.
Según describió Corella, en su origen el rapto era pactado por dos enamorados cuyas familias habían acordado matrimonios que ellos no deseaban, pero desde la época soviética “esta práctica comenzó a generalizarse de forma violenta”, porque los chicos del pueblo iban a la Universidad a secuestrar a las chicas y devolverlas al pueblo para que hicieran las tareas que tradicionalmente se le asignan a la mujer como ordeñar las vacas, cuidar de la casa y atender a la familia. Estos secuestros se han ido generalizando “hasta convertirse a un problema grave en la sociedad rural de Kirguistán”, que no ha logrado detener ni una ley que declara ilegal esta práctica.
Lo que sorprende de la película de Corella es la aceptación de las mujeres, pese a que más de la mitad de la población femenina de la zona rural ha sido víctima de esta violencia. Sorprende el caso de una joven a la que raptaron, convivió con un maltratador y acabó divorciándose por el repudio de su suegra, pero defiende la práctica del Ala-kachuu. Sorprende que la madre de una joven raptada se escude en la tradición para justificar el rapto y anima a su hijo a practicarlo, mientras el padre dice que los jóvenes deben conocerse primero. También sorprende la complicidad con la que actúan las familias y sobre todo las mujeres. Aquí el papel fundamental lo juega la madre del novio, que necesita mano de obra joven y fuerte para que la sustituya en las tareas que tiene encomendadas tradicionalmente.
Solo cuando el documental muestra lo humillante y violenta que es esta práctica con un rapto real, cuyas imágenes grabó un amigo del novio con un móvil, se entiende hasta qué punto se están violando los derechos de las mujeres.
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