03 Feb Inti Cordera: “Creo en la colaboración; esta visita a MiradasDoc será el principio de una gran amistad”
El director de DocsMX apuesta por crear redes que muevan el talento y la creatividad
El mexicano Inti Cordera, director ejecutivo del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DocsMX), es miembro del jurado del Festival MiradasDoc y también ha asesorado a jóvenes cineastas canarios en el taller CreaDoc, que se ha celebrado estos días en el marco del festival. En esta entrevista nos habla de esas tres tareas y revela que cree en la unión y en la colaboración para el desarrollo del cine documental. Por ello, esta visita a MiradasDoc “será el principio de una gran amistad”.
¿Cuál es el estado actual de la industria del cine documental en México?
México es un país de larga tradición cinematográfica, y también en el documental. Desde los últimos años del siglo XIX –cuando los emisarios de los hermanos Lumière llegaron a México y empezaron a documentar las estampas de la realidad y de la cultura y tradiciones mexicanas– hasta el día de hoy, la cámara ha seguido el curso de la historia de los movimientos sociales, de los acontecimientos políticos. En los últimos años, como ha ocurrido en muchos otros países con la llegada del siglo XXI, el desarrollo de las tecnologías ha permitido también la democratización de la creación audiovisual: hemos pasado del celuloide a los formatos magnéticos y de ahí, al digital; y hoy en un móvil tenemos la posibilidad de grabar en 4K. Todo eso permite que las herramientas de la creación y la producción audiovisual sean más accesibles que nunca y ha marcado significativamente el volumen de la producción documental en México, que goza de muy buena salud.
Con una producción tan notable, ¿la distribución está a la altura?
Bueno, el gran reto ahora es que las películas se vean. En México presumimos de estar produciendo unas 150 películas anuales, pero escasamente 30 llegan a las salas comerciales, sea porque los programadores no consideran contenidos que respondan a sus intereses de negocio, sea porque las películas no son tan buenas. Tenemos que apuntar a que las películas se vean: yo digo que no hay peor película que la que no se ve. Tal vez no todas quepan en las salas comerciales, pero ya se están generando circuitos de proyección independientes, salas de arte, el cineclub, que es una práctica común en Iberoamérica… Esto está abriendo espacio para que las películas tengan su exhibición, y habría que buscar esquemas que permitan cierta recuperación económica: salas con una cafetería, cobrar una pequeña entrada adecuada a la comunidad…
¿Qué impresión general se lleva de MiradasDoc en su primera visita a este festival?
Si miramos esta primera década que acaba de concluir de la historia de MiradasDoc y estamos viendo el inicio de una segunda década…; bueno, ¿cuáles son los retos de MiradasDoc hacia el futuro? Consolidarse –que ya lo está– como un espacio reconocido a nivel internacional de exhibición, y un resultado de ello es su programación, los suscritos a la convocatoria, el número de invitados internacionales, la pasión con la que vienen, las agendas… Estos festivales son espacios de conciencia, de reflexión, incluso de agitación. Nos une la pasión por el cine, pero también el compromiso con la humanidad, y eso se siente cuando uno pisa un festival de cine documental.
¿Cree que el cine documental tiene esa capacidad de transformar o agitar conciencias?
Totalmente. Y no hablamos solo de un cine de denuncia, sino de un cine de la realidad. Cada vez más los realizadores de cine documental somos conscientes de los alcances éticos de nuestra producción fílmica; es decir, de que debemos tratar de no condicionar o inducir un mensaje específico. Lo que queremos es poner una realidad de la manera menos subjetiva posible y que el público saque sus propias conclusiones.
Como usted sabe, MiradasDoc promueve desde el año pasado el Foro de Coproducción África-América Latina. ¿Tiene cabida DocsMX en él?
Justamente estoy aquí también por ello. El espíritu de DocsMX es generar un espacio colaborativo en sus tres líneas de acción: la exhibición, la formación y la creación. En cuanto a la formación, desde hace ocho años hemos ido construyendo una red no formal colaborativa que trabaja por estimular el desarrollo de nuevos proyectos y la formación de nuevos talentos. Eso nos ha llevado en nuestro continente a hacer una suerte de alianzas con festivales de Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador…, en los que tratamos de generar un sistema de movilidad que nos permita, por ejemplo, llevar una cinta de Uruguay a un taller en México. Creo que es fundamental que esta red vaya creciendo y que en un futuro inmediato podamos pensar en que un proyecto de DocsMX pueda venir a MiradasDoc y viceversa. Creo en la colaboración, creo en la unión y en la posibilidad de que vayamos tejiendo alianzas y conspiraciones productivas y capaces de hacer que se muevan las películas, que se muevan los creadores, que formemos y estimulemos el desarrollo de nuevas capacidades y talentos, y estoy seguro de que esta primera ocasión en que estoy en MiradasDoc será el principio de una gran amistad.
También ha dado una clase en el taller CreaDoc, para nuevos documentalistas canarios. ¿Qué impresión se lleva de estos proyectos?
Lo que ellos tenían eran proyectos en una etapa muy primigenia de la película; hay mucha tarea personal que hacer, y ahí nuestra labor es hacer de abogados del diablo y cuestionarles sus expectativas, ponerles los pies en la tierra. Por ejemplo, todos quieren hacer películas de noventa minutos; entonces, primer ejercicio: ¿dura realmente noventa minutos?, ¿por qué no hacer un pequeño corto que tal vez es el principio de una serie más larga?, ¿y por qué no cambiar el campo de creación, que actualmente es sumamente fértil? Hemos ido rompiendo el cerco de los formatos tradicionales, aquellos con un personaje entrevistado por un reportero. Los documentalistas están explorando las posibilidades de las diferentes formas narrativas del cine. Y ahora se trabaja más en estructurar el guion, planificar la producción, preparar la dramaturgia de la realidad: ponerse en el ruedo y preguntarse dónde se va a poner la cámara… Por otra parte, también es necesario educar a los nuevos cineastas para crear comunidad, crear cooperativa: por ejemplo, que entre tres cineastas se compren una cámara a la que le puedan dar rendimiento comercial y que a la vez les sirva para hacer sus documentales.
¿Cómo es, en lo esencial, su trabajo como jurado?
El proceso comienza con el visionado de las películas, ya sea separados o juntos. Los jurados pueden ser tanto parecidos como diferentes. Pueden venir de trayectorias profesionales académicas, de experiencias en la realización, en la producción, en la promoción… Entonces, creo que nuestro común denominador es la conciencia de premiar los mejores trabajos. ¿Qué quiere decir premiar los mejores trabajos? Pues poner en la balanza dos aspectos fundamentales –al menos así es para mí–: el contenido y la forma. Lo que me quieren contar y cómo me lo cuentan. No va a ganar una película porque haya sido filmada con la mejor cámara digital y con el mejor formato: yo he premiado películas con muy pocos recursos de producción, en las que la forma puede ser un poco accidentada porque a lo mejor no se tenían los mejores recursos, pero la forma de contar, de redondear la historia…, eso es lo que reconocemos: el trabajo, la voluntad, la capacidad narrativa, el trasfondo, el valor de la historia.
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