01 Feb LAS SEMILLAS DEL RECOMIENZO
Reber Dosky / 69´/ 2016 / Holanda
Al norte de Siria, en la gobernación de Alepo y dentro del mosaico kurdo, se encuentra la ciudad de Kobanî; asediada por el Estado Islámico en el dos mil catorce y liberada por kurdos y rebeldes a lo largo del siguiente año, esta localidad cercana a la frontera con Turquía posee todas las heridas posibles que la guerra deja por donde pisa, pero también es una demostración conmovedora de que más allá de la desolación y la masacre existe la esperanza.
El documental Radio Kobanî, dirigido por Reber Dosky, se centra en el desarrollo de la vida tras la expulsión del Estado Islámico. Dilovan, una veinteañera que ha fundado una emisora de radio mediante la que da voz al día a día de la ciudad, hace de hilo conductor al ser la portavoz de la crónica entre las ruinas. Mediante temerarios reportajes a pie de calle y entrevistas a personas retornadas, excombatientes, artistas y habitantes que permanecieron durante el periodo más adverso de la batalla, la voz de Dilovan, apelando a una hija futura, y el retrato de su existencia cotidiana con su madre, amigas y posibles pretendientes, logra abolir el horror descrito por los medios hasta la saturación para que los espectadores sitúen la mirada en una nueva perspectiva: la del recomienzo.
Se trata, por lo tanto, de un testimonio que enfrenta su rostro al abismo para, sin hacer la vista a un lado, sin dejar de perseguir la realidad, otorgar una enseñanza implacable. Desde la atormentada confesión, en una barbería, de un francotirador de las fuerzas rebeldes que mató a niños, hasta el derrumbamiento psicológico de un militante del Estado Islámico que confiesa que se unió a los terroristas porque es pobre y creyente y, una vez capturado, lo único que desea es hacer saber a su familia que está vivo, pasando por la intrépida acción de las combatientes kurdas como Meryem, comandante en jefe capaz de derribar cualquier prejuicio que se tenga sobre la mujer en tiempos de guerra, este metraje de sesenta y nueve minutos, aún ofreciendo una óptica moral, carece de ánimo condenatorio. Ejemplo fiel es el momento en el que Dilovan, en el transcurso de una entrevista, es preguntada, sin que ella lo espere, por su experiencia de la guerra, pues la respuesta es una sonrisa que no puede articular palabras, un gesto a medio camino entre el desconcierto y la timidez de la persona que carece de verbo para nombrar la injusticia. Pero ella es periodismo, transmisión de información que se abre paso aunque los cortes del suministro eléctrico sean frecuentes y los medios tecnológicos disponibles sean precarios, como cuando una reportera retransmite, vía teléfono móvil, el impacto de un misil y la emisión es entrecortada. Dilovan no opina. Asimilado el papel de puente, comprendido el nivel objetivo que tal profesión exige, las impresiones que ella tiene de la barbarie surgen en forma de poema, mediante su voz en off dirigida a una niña que será su hija, lo que resulta estremecedor en diversos momentos.
Esta labor heroica podría parecer propia de seres humanos portentosos, pero el documental se esfuerza por mostrarnos que las mujeres de La voz de Kobanî son jóvenes normales que tratan de restablecer la cotidianidad (bailan, ríen, se besan, consultan las redes sociales) después de que el animal de una guerra absurda las hiriese. De este modo, el ambiente bélico se diluye con frecuencia y, debido a la cuidada estética y a una narración sencilla y eficaz, es posible centrar la atención en inquietudes, aspiraciones y proyectos que despiertan la empatía y conducen a esbozar una sonrisa que, ya para siempre contagiada por la de Dilovan cuando es preguntada por su experiencia de la guerra, no podrá ser la misma porque ha sido testigo, gracias a esta producción holandesa de Dieptescherpte con música de Juho Nurmela y fotografía de Nina Badoux, del poder de la esperanza que permanece tras la destrucción, magistralmente filmada al principio a través de un plano cenital de Kobanî, pues basta aproximarse para observar que, incluso en el seno de lo demolido, mientras quede en pie alguien con intenciones positivas como Dilovan y su equipo, la semilla del progreso será alimentada.
Sergio Barreto
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