PREMIO MIRADA PERSONAL 2018
Todo lo contrario del olvido
Una mirada hacia el cine documental de Isabel Coixet
Dice Th. W. Adorno en Mínima moralia que «el verdadero regalar tiene su nota feliz en la imaginación de la felicidad del obsequiado», es decir, «significa elegir, emplear tiempo, salirse de las propias preferencias, pensar en el otro como sujeto», y concluye: regalar es «todo lo contrario del olvido». Quizá fue de modo involuntario, inevitablemente oblicuo (a la manera de Lezama Lima), pero lo cierto es que el filósofo alemán —que en realidad deseaba trazar en la secuencia 21 de ese libro una crítica del consumo—logró con su explicación ofrecer a la idea de regalo territorio para la acción en el mundo contemporáneo. Pues, si regalar es todo lo contrario del olvido, esa entidad voluble que es el presente precisa la aportación constante del regalo: la aportación constante del vencimiento del olvido.
No será necesario insistir demasiado en los modos en que fluyen, a lo largo y ancho del planeta, los caudalosos ríos de la información. Como ciudadanos de este universo sabemos —somos víctimas— del modo arbitrario e interesado en el que se secuencia el trazado de la red de comunicación. A un golpe de vista casi todos podríamos establecer las cartografías en que se reúnen y convergen los ejes principales y sus afluentes: lejos de constituirse a partir de nódulos en equilibrio, las redes de la información observan las mismas jerarquías y vasallajes que la economía, la política o los mercados. En tanto que relato de un mundo configurado de una cierta manera, la información reproduce —con las limitaciones del lenguaje y sus intuiciones— las características y las señales de ese mundo. De ahí que, frente a la creencia común según la cual aquello que pertenece al ámbito de lo memorizado se corresponde con la amplia geografía del planeta, existe un ámbito de olvido que no sólo no iguala, sino que supera con creces el tamaño del territorio que nos es presentado. En ese espacio del que los grandes focos reniegan, en esa enorme y consentida trastienda del bazar, se van acumulando de modo desordenado y hostil los traumas y las violencias, las hambres y los secretos. Hay enormes lagunas fantasmales hacia las que nos está vedado mirar: las historias que nos llegan desde esos lugares son simulacros, las imágenes, trampantojos, los seres, meros disfraces.
Sin la ayuda de los desentrañamientos que sobre ese mapa del mundo opera la cultura, tales simulacros tienden a perpetuarse y aún más, a retroalimentarse. Vivimos un momento muy regresivo, en el que echamos de menos la presencia de una institución crítica leal, seria, capaz de ver, con la intención de dilucidar «el otro lado el momento». Esta ausencia no es tanto un diagnóstico de la situación como una de sus causas principales. Algunos de los grandes males que aquejan a día de hoy a la cultura europea, a saber, la confusión entre la industria del ocio y la cultura, la banalización de las propuestas, la búsqueda autómata del contentamiento del público, el consumo como valor cultural, el auge de lo identitario, el castigo a la cultura a través de venganzas conservadoras, tienen una de sus causas en la ausencia de esa tradición crítica. Es esto lo que permite hablar de desideologización, de autocomplacencia, de sustitución de la institución crítica por la ley de mercado, de la hipertrofia del valor de lo cotidiano, de la asunción de un elitismo fraudulento según el cual el “productor” de cultura aspira al contentamiento del “consumidor” y no a la transformación de los sistemas de recepción como fenómenos propios y peculiares de la cultura en Europa.
Frente a todo ello, hay aún algunas fórmulas, algunas acciones, que permiten situarse justo en el otro lugar, en ese espacio «todo lo contrario del olvido» del que hablaba Adorno. Para ofrecer el regalo de la presencia, del hacer presente. En esa corriente de apertura de sentidos, de mirada abierta al mundo, es en la que po- Todo lo contrario del olvido. Una mirada hacia el cine documental de Isabel Coixet Premio Mirada Personal: Isabel Coixet 124 dría situarse el cine documental de Isabel Coixet precisamente cuando más se necesitaba. Coixet es, hoy por hoy, una de las grandes directoras de cine europeas, y por ello, una de las detentadoras de aquella idea que quizá existió alguna vez de una Europa culta, consciente y dispuesta a engendrarse a sí misma como lugar de diálogo, tolerancia y ciudadanía. Capaz de trazar una trayectoria cinematográfica inteligente y comprometida —es decir, comprometida con la inteligencia, e inteligente a la hora de abordar sus compromisos— en el ámbito de la ficción: su cine no tolera en la práctica las concesiones, cuando su mirada se ha enfrentado con la realidad lo ha hecho desde un lenguaje documental a la búsqueda de esos territorios abonados para el olvido. Rescatar, poner el foco, ofrecer visibilización han sido sus objetivos principales en documentales como Viaje al corazón de la tortura o Invisibles. MiradasDoc deseaba premiar esa forma de mirar de Isabel Coixet, esa forma que es como un regalo situado del otro lado del olvido: una mirada que se convierte inmediatamente en memoria, es decir, en presente que se hace presencia entre nosotros. De ahí que haya habido unanimidad a la hora de ofrecer a Isabel Coixet el premio Mirada Personal de la XII Edición de MiradasDoc. Es un honor y un placer para nosotros que lo haya aceptado. Cuando en nuestros argumentos iniciales decíamos que este festival aspiraba a ofrecer un panorama amplio sobre el suceder social del planeta, nos referíamos exactamente a esa forma de mirar hacia donde nadie mira que los documentalistas —e Isabel Coixet entre ellos— han aceptado como base e imán de su trabajo. Documentales como Marea blanca, Aral, el mar perdido o Parler de Rose, Prisonnière de Hissène Habré demostrarán sobradamente lo que decimos. Escuchando al juez Garzón relata, por su parte, uno de los momentos más oscuros y obscenos de la vida política española de los últimos años. Sólo la proximidad en el tiempo mantiene en aparente olvido ese episodio infamante, pero algún día —como sucede hoy con otros momentos de nuestra historia común— serán esas algunas de las páginas del libro de historia que los profesores abordarán con incómoda vergüenza.
Gracias, Isabel, por el regalo impagable de situarnos en todo lo contrario del olvido.