SENTIRSE UN ALIEN

SENTIRSE UN ALIEN

Luis López Carrasco / 23´ / 2017 / España

 

El fenómeno sociocultural denominado movida madrileña, más allá de los productos artísticos que logró establecer y de la estética que canonizó dentro de la historia del arte español, está íntimamente relacionado con la etapa de transición que tuvo lugar en este país desde finales de los setenta hasta mediados de los ochenta, cuando la dictadura franquista finalizó y la democracia instauró nuevas reglas basadas en la libertad.

Debido a este cambio sustancial, en pocos años y gracias a la apertura hacia el exterior se produjo una brecha generacional entre los testigos de cuarenta años de represión nacionalcatólica y la juventud que, nacida a principios de los sesenta, no hallaba un referente de modernidad, activismo y transgresión en el pasado reciente, por lo que había que inventarse y, para ello, los movimientos culturales del Reino Unido, Estados Unidos o Francia eran idóneos incluso en sus valores más escandalosos como el consumo de drogas o la promiscuidad, pues no se trataba de crear una reflexión sobre el pasado de una nación, sino de romper con todos los esquemas anteriores, empleando el talento para la provocación como hoja de corte.

La pandémica irrupción de la heroína por estas fechas no tardó en causar un escenario adverso que, del ambiente colorista, sexualmente liberado y lenguaraz que artistas como Fabio McNamara, Pedro Almodóvar, Tino Casal o Ouka Leele ejemplifican, pasó a la decadencia. Formaciones musicales como Los Secretos, Nacha Pop, el cantautor Antonio Vega o el columnista Michi Panero vivieron en sus carnes o retrataron fielmente esta triste verdad que apagó expectativas hasta hablarse, hoy, de los supervivientes de la movida.

Dentro de esta amarga definición, el cortometraje documental dirigido por Luis López Carrasco nos muestra las peripecias vitales y artísticas de Tesa Arranz, integrante del grupo Zombies. Grabado mediante VHS – C y Video 8, la textura algo tosca de la imagen, al emplear la interferencia, el ruido blanco y los pantallazos azules, recuerda a los vídeos caseros de la época, aunque en este documental, al margen de las pinturas de Tesa, lo que importa es el audio, la confesión de la artista, quien de modo coloquial desgrana su trayectoria por los ambientes de la movida madrileña sin reservas.

Desde la necesidad de escapar de «la noche súper siniestra y represiva del franquismo» que la conduce a experimentar  con el consumo desmedido de estupefacientes, las prácticas sexuales más diversas y la vida comunitaria, hasta los problemas mentales derivados de los excesos, esta adaptación de un texto original de Germán Pose del libro La Mala fama, nos descubre que la avidez por recorrer rápidamente la vida, además de ser apasionante, engendra una saciedad temprana que trae consecuencias aparentemente negativas, sobre todo cuando las fórmulas con las que precipitar acontecimientos y mitigar el hecho de sentirse un alien, quiebran el equilibrio psicológico.

Tesa se ve igual que un extraterrestre como los que pinta y con los que se siente íntimamente vinculada, llegando a afirmar que el consumo desmedido de todo tipo de sustancia se debió a esa sensación de no pertenencia o desarraigo.

La muchacha del flequillo que movía los brazos de modo extraño en el videoclip Groenlandia, uno de los temas musicales más representativos del pop naíf, cuenta con efectividad y desparpajo cómo, en el setenta y ocho, conoció a los que serían los Zombies, su relación maternalista con los miembros, la interacción, siempre polémica y emocional, con demás integrantes de la movida, la parte de atrás de las actuaciones y la espiral que asciende hasta calcinarse.

Hoy, Tesa, vive en Valencia, fuma mucho y quiere morir y permanecer multiplicada en sus pinturas con las que ha creado una raza alienígena, una familia de seres extraños como lo fueron aquellos jóvenes de los años ochenta que sólo querían escapar de la oscurantista tradición española regida por el caudillo.

Retrato de un cambio, el documental Aliens forma parte de la memoria de una época en la que la libertad impuso un horizonte luminoso y desinhibido en el que muchos, como en el mito de Dédalo, ardieron, dejando tras de sí algunas de las creaciones más genuinas y glamurosas de finales del siglo XX.

 

Sergio Barreto

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