28 Ene SHIBATI RESISTE EN TODAS PARTES
Derniers jours à Shibati (Hendrick Dusollier / 59’ / 2017 / Francia)
La suciedad y los escombros estrechan las calles de Shibati, un decadente y antiguo barrio de la ciudad china de Chongqing. Los rostros de sus habitantes empapelan los muros que aún resisten la demolición que se le ha impuesto. El cineasta francés Hendrick Dusollier recorre con su cámara los últimos días de una sociedad moribunda destinada a perder su identidad.
Dusollier participa en este retrato de lo decrépito, de lo que desaparece, como un extraño tras la cámara. Interactúa con los supervivientes de Shibati en busca de la respuesta humana a la pérdida de su tradición, una respuesta al cambio forzado, en este caso, por la administración del gigante asiático. Su cámara recoge los estertores de Shibati sin ocultar la podredumbre que, pese a todo, la transfigura en algo «bello». Para algunos habitantes, el trabajo del director muestra una imagen distorsionada de la realidad china, e incluso le juzgan y descalifican frente a la cámara. Otros, en cambio, muestran a Dusollier el sentimiento de resistencia que aún abrigan y que oponen a la pérdida de su lugar y su modo de vida.
Li es el último peluquero del barrio y, junto a la señora Xue Lian (una mujer que recoge basura, la vende y la reutiliza para crear su «hogar»), simbolizan el apego laboral y emocional, respectivamente, a esas calles grises cubiertas de plásticos y escombros. Por su parte, Zhou Hong, un niño de apenas ocho años, representa la identidad original del ciudadano de Shibati frente a la corrompida imagen de una sociedad sin rostro, destruida por las fuerzas de la globalización, la burbuja económica y la falta de un sentimiento cultural propio. La tradición china se pudre en Shibati y de ella emergen altas torres de cemento, gigantes pantallas incandescentes y una sociedad de consumo feroz que imita a las sociedades momificadas del mal llamado primer mundo. Shibati desaparece.
Derniers jours à Shibati se estructura en tres partes, con una división temporal de seis meses cada una. A lo largo de esta singular pieza observacional se desarrollan dos historias: la de aquello que desaparece y de lo que surge por accidente. Un retrato humano sobre la aceptación de lo extraño y, al mismo tiempo, sobre la pérdida de lo propio. El pequeño Zhou Hong acepta a Dusollier: para él su presencia representa una oportunidad para romper con el tedio de la cotidianidad y descubrir nuevas realidades. En su primer contacto, Zhou Hong atraviesa Shibati, esquiva sus peligros y conduce a Dusollier hasta la frontera de su realidad, al final de unas escaleras donde se levanta la nueva Chongqing, que el pequeño llama «The Moonlight City»: un enorme complejo comercial. Allí, en esa acera de losetas grises de forma perfecta termina el universo de Zhou Hong.
«The Moonlight City» crece y Shibati, en cambio, tras cada noche se vuelve más oscura. Seis meses después del primer contacto de Dusollier con el barrio y sus protagonistas, el cineasta francés vuelve con su cámara a los mismos lugares, a los mismos rostros. Aunque Shibati ya está desapareciendo, Li aún sigue cortando el pelo a los que, como él, esperan a que su realidad caiga demolida entre escombros. La señora Xue Lian ha perdido parte de su tesoro: ya no tiene ni su caballo ni su seta de plástico, pero aún persiste en disfrutar de «su lugar favorito». Zhou Hong reconoce a Dusollier tras la cámara y atraviesan juntos su frontera, la de Shibati, de la sus adoquines sucios, y entran de nuevo en «The Moonlight City»: una realidad extraña, un universo ajeno, una sociedad de la que, de momento, no forma parte.
Sí, Shibati desaparece. Su historia desaparece. Sus habitantes… Sin embargo, aunque la suciedad y los escombros no tengan calles que estrechar, Shibati sigue permaneciendo en otra frontera. Sus antiguos habitantes siguen estando lejos de la nueva China dorada, de la luz brillante de su economía incipiente. Sus vidas, a la deriva de metros subterráneos y calles asfaltadas, son propiedad del olvido, de la destrucción, no de una sociedad decadente, sino de una cultura desfigurada. Hendrick Dusollier retrata con precisión los procesos de fagocitación cultural a través de la experiencia de Zhou Hong y su familia.
La demolición de Shibati borra un lugar y una cultura, pero ante todo, lo que desaparece es aquello que molesta, esa realidad que «distorsiona» la «verdadera» imagen del progreso económico y social de China. Mientras tanto, en el interior de las torres modernas de cemento se gesta el resurgir de una nueva Shibati, aún más decadente, sin identidad propia y con nuevas fronteras. Shibati ya no es un antiguo barrio de la ciudad china de Chongqing. Shibati resiste en todas partes.
Attua Alegre
Sorry, the comment form is closed at this time.