04 Feb ‘La mala familia’ lleva voces del barrio de Madrid a la pantalla de MiradasDoc
La ópera prima de Nacho Villar y Luis Rojo compite en el concurso nacional de la sección oficial del Festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora.
El colectivo BRBR se nutre de un enfoque político que se propone romper barreras de clase en el cine
Andresito es un chico de barrio, vive en Madrid. Tiene 24 años. Sus amigos y él aprovechan un permiso penitenciario de uno de ellos para encontrarse de nuevo. Todos se quieren y se mantienen unidos por vínculos de los que se forjan para siempre. Son la mala familia, un grupo de jóvenes para los que su comunidad afectiva surgió como defensa ante un mundo exterior hostil y que los hacía sentirse diferentes. Ser parte de lo que ellos mismos bautizaron con ese nombre los hace “sentirse diferente y les da la oportunidad de formar parte de algo más grande y protegidos con una familia elegida, frente a la de sangre”.
Una mañana, Andresito llega con la noticia de que, seis años después de una pelea nocturna, “una de tantas”, que tuvo lugar coincidiendo con el 18 aniversario de uno del grupo, le llega una notificación judicial que amenaza con llevarlo a prisióny perturba su vida y la del grupo de amigos. Da la casualidad de que algunos de los amigos de Andresito trabajan en la industria audiovisual con un talento que se les ha reconocido al renovar la estética del videoclip y que pertenecen a un colectivo que los anima a abordar el arte con una perspectiva política.
Quien cuenta esto es Luis Rojo, integrante del Colectivo BRBR (léase “bereber”), quien, junto a Nacho Villar, codirige La mala familia, una película que conmueve cada vez que se exhibe. “Nosotros nos lanzamos a hacer esta historia porque nos tocaba de cerca, de hecho, arranca cuando Andresito, el protagonista, nos dice directamente que le había llegado una carta, por una pelea que había pasado hacía seis años y seis años después de un proceso que había quedado suspendido, que se estiraba en el tiempo y nunca llegaba y, cuando ya tienen 24 años, le llega y esto les va a cambiar la vida y está la sombra de entrar en prisión y de que todo el grupo se desintegre”, detalla Rojo.
Luis y Nacho comparten con los protagonistas barrio y círculo de amistades. “Andresito no se acerca por la película, sino para compartir un problema y de ahí nace entre todos la posibilidad de hacer una película –explica Rojo–. Formamos parte de un mismo grupo bastante extenso y así ha sido también como hemos trabajado y lo hemos ido introduciendo en la película de una manera un poco más coral y en la que ellos se hacían cargo de las situaciones, no había un guion en el que le fuésemos diciendo las frases que decir, sino que era una cosa más de poner en escena lo que ocurre
Grabar La mala familia no fue fácil, nunca lo es hacer cualquier película, menos un documental, menos aún cuando es una ópera prima y, sobre todo, cuando hay “una capa añadida: que la vida iba todo el rato por delante y nosotros, al final lo que estábamos era intentando es dar voz, armar un aparataje que ayude a explicar qué pasa detrás de un titular, que nos ayude a entender y a querer, como nosotros queremos, a nuestros amigos. En este caso, la dificultad era cómo ir siguiendo los acontecimientos, y cómo ir encapsulándolos, cuando a nosotros mismos también nos iban afectando”, apunta Luis al referirse a situaciones como que, justo cuando empiezan el rodaje, se da un ingreso en prisión o aparecen problemas legales a la hora de figurar como parte del equipo, relativos al estatus de sus integrantes como españoles, incluso, a la hora de acceder a un trabajo… Estaban “en jaque, no ya solo por la película, sino por el esfuerzo colectivo que supone para todos guardar el tiempo del rodaje, el compromiso que te supone con tu vida personal; ha sido muy bonito el ejercicio de ir entendiendo y respetando todos lo de todos más allá de lo que es el metraje, ha sido un viaje muy largo, casi cinco años, en el que todos hemos aprendido y nos hemos visto representados en lo que estábamos haciendo desde los dos lados de la cámara y que ha servido mucho para pensar los años que vienen” dice Luis.
“Lo más bonito de la película creo que ha sido hacerla –puntualiza Nacho Villar–. Ha habido momentos que pasamos bastante mal, porque hablamos de personas muy cercanas. Algunos son de mis mejores amigos y vivir de una manera tan activa todo este proceso judicial, con una prisión de por medio y con un montón de riesgos que veíamos alrededor, quizá no es el rodaje que más disfrutas, posiblemente, pero sí que era necesario y, al final, la película que hemos sacado adelante, y, sobre todo, lo que ha generado, no solamente en festivales, sino en nosotros, como comunidad, y como comunidad afectiva, también, creo que ha sido súper positivo y, de otra manera, no sé cómo hubiésemos llevado fuera del cine, en la realidad, todo este proceso tan jodido y tan complicado con nuestros colegas”.
Cuando se les pregunta por la inquietud política que impulsa al colectivo BRBR, Villar detalla: “Nuestra sensibilidad política trata de horizontalizar conocimientos, de intentar romper barreras, muchas veces, de clase, por las que el cine tiene que transitar y dar voz a personas que, como en este caso eran nuestros colegas, que, de alguna manera, no se sienten representados dentro los clichés que propone el cine muchas veces, dentro de la pornografía de una vivencia y de unas imágenes de personas que son reales. Nuestra intención es sacar eso a la reflexión colectiva, es decir, si tú formas parte de la realidad que retratamos, sentirte parte de ello y sentir que tienes voz, como, si no formas parte de ella, entender que realmente sí formas parte de una sociedad, sí convives con esas personas y sería lo suyo que reflexionemos un poco sobre cómo nos tratamos y cómo nos conceptuamos los unos a los otros”.
Bárbaros en el sector audiovisual
Rojo y Villar son conscientes de que, en el sector, son vistos como “bárbaros”: “pensamos que muchas personas de la industria y del audiovisual nos ha considerado a veces como bárbaros”, dice Nacho Villar y precisamente, esa condición de extranjeros señalados por los que los miran desde fuera es una de las características de lo que su colectivo artístico reivindica con el nombre “BRBR”. “Nos llamamos así porque este es un nombre que se le pone desde fuera a los amazigh, es una palabra –‘bereber’– que viene de ‘bárbaro’”, destaca Villar. En su nombre hay más contenidos que enriquecen su perspectiva: “una cuestión itinerante en la que nos sentimos reconocidos y que dentro del colectivo hay una presencia canaria importante”, ya que dos de los seis miembros del grupo son de las Islas.
Se trata de “un grupo de amigos que tiene una sensibilidad común y que empiezan a trabajar juntos hace muchos años”, lo que les ha permitido darse cuenta de todo lo que los une y de lo que siguen queriendo compartir, “que pasa por una horizontalidad de conocimientos. Venimos de sitios muy distintos a nivel de formación y de bagaje de vida y el colectivo nos ha ayudado mucho a entender el mundo de muchas maneras distintas, a entendernos mejor y a poder llegar a sitios que no nos habríamos planteado antes”, apunta Luis Rojo.
“Estamos centrados en el cine, entendido de una manera más amplia, también en el arte, en otros formatos más tecnológicos, con vistas a entender nuevas formas de plantear la imagen y la realidad y, al final, diría que nos une no tanto la forma de hacer cosas, como podría ser el cine, sino una sensibilidad y un compromiso político”, dice Luis. Hasta La mala familia, que recoge éxitos donde quiera que va, el colectivo ha sido reconocido como talentos emergentes europeos, al ser incluidos en la lista Saatchi&Saatchi New Creators Showcase. Asimismo, por su campaña Heroes of Today recibieron un León de Oro en Cannes Lions y otro de Plata en Entertainment for Sports.
El recorrido del colectivo “cada vez va siendo una cosa más interesante, yo creo –reflexiona Rojo–. A través de la película, ahora estamos haciendo trabajos con gente a los que podemos devolver todo lo que nosotros hemos aprendido”, especialmente “a otros cineastas que se están planteando sus primeras películas, procesos de documental donde trabajan a partir de una implicación directa en la realidad que quieren contar y que buscan una forma cinematográfica que sea relevante para contar esto, como que no sea un ejercicio de documental o de cine más repetitivo, sino buscar también este compromiso con lo social y con lo político, también”.