Basilio Martín Patino (Lumbrales, Salamanca, 1930) es una figura esencial del cine español de los últimos cuarenta años. Impulsor de las Conversaciones de Salamanca en 1955, estudia en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, y desde su debut, realiza una larga carrera en solitario, caracterizada por su coherencia y por el compromiso con la realidad que le rodea.
Con “Nueve Cartas a Berta” (1966) inicia una de las carreras más personales y arriesgadas de nuestro cine. Este primer largometraje es una obra emblemática del llamado Nuevo Cine Español, siendo a la vez la más moderna del movimiento. El film gana la Concha de Plata a la mejor ópera prima en el Festival de San Sebastián. Martín Patino se desmarca de la industria cinematográfica cuando en 1969 la censura le impone y mutila el guión de “Del amor y otras soledades”. Desde este momento, y de una manera consciente y meditada, inicia su obra lejos de las presiones comerciales. Basilio Martín Patino decidió -en palabras suyas-: “esperar a que muriesen ellos. Jamás volvería a pasar por la humillación de presentar una película mía a la censura. Las películas sobreviven a los dictadores”.
“Canciones para después de una guerra” (1971), prohibida por la censura durante cinco años, es una radiografía crítica de la posguerra, construida en base a la relación dialéctica entre las imágenes y la banda sonora. “Queridísimos verdugos” (1973) y “Caudillo” (1974) son películas montadas en la clandestinidad. La primera, ofrece una durísima reflexión sobre la pena de muerte y el poder. La segunda es un retrato de tono histórico a partir de la figura del dictador.
Aunque estas obras van saliendo a la luz con la recuperación de la democracia, Patino no vuelve a trabajar para la gran pantalla hasta 1985, cuando, después de haber creado su propia productora (La Linterna Mágica) y de haber realizado en 1980 un montaje de vídeo de documentos históricos titulado “La Guerra Civil española”, rueda “Los paraísos perdidos” (1985), un ensayo histórico ficticio que parte del “Hiparión” de Hölderlin para construir una reflexión intimista sobre la necesidad de recuperar la memoria.
Dos años más tarde propone otra obra heterodoxa “Madrid”, (1987), que combina de nuevo ficción y documental y que se adentra, una vez más, en la relación entre el individuo y la historia. En 1991 filma totalmente en vídeo “La seducción del caos”, una película crítica sobre las engañosas apariencias de la representación, en el mundo de la opulencia mediática que precedió al proyecto “Andalucía, un siglo de fascinación” (1996), formado por siete películas filmadas en vídeo, de las que destaca “El grito del sur: Casas Viejas”. Con “Octavia” (2002) aborda una vez más el tema de la memoria y el paso del tiempo, el juego de la historia personal y la historia colectiva y sigue mostrando su interés por la reflexión estética y por la realidad cultural de su tiempo.
Es ésta la libertad que permite a Martín Patino convertir los documentos en collages, hacer ficción de la historia y alejarse del naturalismo. La libertad con la que logra la fuerza narrativa de sus obras, con la que adopta una actitud ética ante su oficio y toma un compromiso con la realidad que retrata.