Claire Simon nació en Gran Bretaña, pero es en Francia donde ha desarrollado una carrera repleta de numerosos reconocimientos internacionales. Su espíritu aventurero la condujo a estudiar Etnología y a tener un primer contacto con el cine en la Cinémathèque de Argel, donde realiza un curso de montaje, entrando a formar parte del equipo de montaje de Dora et la lanterne magique (Pascal Kané,1977). Pero Simon quiso profundizar en su aprendizaje y se apuntó a los Ateliers Varan, creados por Jean Rouch como espacios de formación en el documental basados en la enseñanza práctica. Allí descubre el Cine Directo y se lanza a dirigir su primer cortometraje, Tandis que j’agonise (1982).
Lo interesante para mí como mujer y feminista es que, aunque sea a la inversa, pueda filmar una descripción de la sumisión de forma ejemplar. Porque para las mujeres, que han estado oprimidas durante siglos, es difícil hablar de su opresión.
Con Coûte que coûte (1995) vuelve a ser premiada en Cinéma du Réel, justo antes de su primer trabajo de no ficción, Sinon, oui (1997), presentado en Cannes. Con el fin de siglo, realiza Ça, c’est vraiment toi (2000), trabajo realizado en el Parlamento Europeo junto a un grupo de estudiantes del Théâtre National de Strasbourg y que recibe en Belfort los premios a mejor ficción y mejor documental. Esta paradoja define la carrera de Simon, quien incluso en sus trabajos más claramente documentales, mostrará un delicado equilibrio entre realidad y ficción.
Me siento a gusto con las películas híbridas. Creo que el cine es cine… a partir de aquí, no atiendo a la distinción entre documental y ficción.
En otra vuelta de tuerca a su fascinación por la hibridación, en 2002 rueda 800 km de différence – Romance, donde retrata los amoríos de su hija de 15 años, Manon Garcia (hoy en día, una célebre filósofa y feminista). Y, poco después, decide hacer Mimi (2003) una película sobre la vida de una persona, acercándose lo más posible para comprobar si, durante el proceso, sería capaz de encontrar el romance en esa vida real. En esos primeros años del siglo XX intensifica sus trabajos junto al Colectivo de cineastas a favor de los “sin papeles”, al tiempo que se centra en la ficción, presentando en Cannes Ça brûle (2006) y Les bureaux de Dieu (2008), otro trabajo en la frontera de la ficción y para el que cuenta con un reparto estelar (Nathalie Baye, Béatrice Dalle, Nicole Garcia).
En 2013 estrena en Locarno Gare du nord, un trabajo de ficción con el que traza paralelismos entre nuestro paso por la Tierra y el deambular de personas por esa famosa estación parisina. Poco después presentará Le bois dont les rêves sont faits (2015), en el que el Bois de Vincennes se transforma en un paraíso perdido, un lugar en el que refugiarse e inventar utopías. Este largometraje, uno de los más aclamados de su filmografía, recibió el premio al mejor documental en Gijón.
Claire Simon también ha desarrollado una brillante carrera académica. Baste decir que fue la directora del departamento de producción de La Femis2. Precisamente aquí filmo Le concours (2016), centrándose en sus pruebas de acceso y mostrando la confrontación generacional entre los jóvenes aspirantes a cineastas y los miembros del tribunal, veteranos profesores que desean (y temen) encontrarse con sus herederos. Este trabajo recibió en Venecia el Premio al mejor documental, y otro gran festival, en este caso, Berlín, reclamará el estreno de su siguiente trabajo, Premières solitudes (2018).
Haciendo honor a su talante de cineasta atrevida, en 2019 filma una curiosa serie para televisión, con toques de documental y suspense, Le village. Ambientada en un pueblo del sureste francés, entrecruza las vidas de los agricultores y los cineastas locales. Le fils de l’épicière, le maire, le village et le monde (2020), estrenado en IDFA, es su trabajo de no ficción más reciente, terminado justo antes de embarcarse en Vous ne désirez que moi, adaptación de un libro en el que Yann Andréa disecciona su relación con Marguerite Duras.
La figura de Claire Simon tiene una talla incuestionable, y es reclamada por festivales de todo el mundo. Nunca ha abandonado las causas sociales y especialmente, la lucha feminista. Es miembro del colectivo 50/50, que tiene como objetivo promover la igualdad entre mujeres y hombres y la diversidad en el cine y la industria audiovisual.
Hoy en día hay muchas más mujeres en el mundo del cine, y eso es fantástico. Antes, las mujeres estaban confinadas, para las actrices, al papel de muñecas y, detrás de la cámara, al de guionistas – percibidas como trabajo de secretaria – o editora – porque para los hombres, editar era similar a coser. Ahora las mujeres están mirando, mientras que antes fueron vigiladas. Y su mirada cambia muchas cosas. Yo siempre estoy mirando y pensando en cómo filmar. ¿Pero sabes qué es lo que me gusta hacer cuando no estoy pensando en las películas? Dormir. Y soñar. Y cuando sueño, a veces sueño con una película…
Miguel Ángel Pérez Quintero.
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