02 Feb ARCADIA
African Mirror / Mischa Hedinger (80´)
Lunes 3 / 18:00 h. / Sala 1
Geográficamente, Arcadia era una provincia de la Antigua Grecia ubicada en la región del Peloponeso que recibió su nombre del mítico héroe Arcas. Gracias a la literatura y la pintura, esta localización, que se creía bendecida por Pan, dios de la naturaleza y patrono de los pastores, se idealizó y se desprendió de su referente físico para convertirse en un espacio mítico, utópico, universal, ya no específicamente vinculado con la Antigua Grecia, sino aplicable a cualquier lugar, real o ficticio, en el que el ser humano vive en armonía con la naturaleza, con exuberante abundancia y liberado de los condicionantes de la civilización moderna. Teniendo en cuenta esta última definición no es de extrañar que algunos hallaran en la África primigenia, al igual que en la América precolombina, una suerte de Arcadia, aún no contaminada por los vicios de la sociedad europea. Desde luego ese fue el caso del suizo René Gardi, viajero y cineasta que dedicó gran parte de su vida a retratar a través del cine, de la literatura o de su afán de divulgación en diferentes medios de comunicación su visión particular de África, concretamente de la colonia alemana de Camerún. Gardi es una figura muy popular en Suiza y su trabajo definió en gran parte la visión que sus compatriotas tenían de África. Sin embargo, se trataba de una visión ficcionada a partir de la realidad que él encontraba en sus viajes. African Mirror parte de todo este material documental realizado por Gardi durante años y de sus intervenciones en televisión para ofrecer un reflejo invertido tanto de esa supuesta Arcadia como de la propia figura de René Gardi. Tras las imágenes vemos la evolución histórica de Camerún, el paternalismo y la condescendencia colonial, la paulatina desintegración de la identidad camerunesa a favor de un perfil europeizado que contamina incluso a los propios movimientos postcoloniales. Gardi no estaba tan interesado en esa África dividida, sino en construir su propia utopía, poblada de nobles salvajes. Él mismo escenificaba las escenas que luego narraba y presentaba como reportajes. La obra de Hedinger es una película de apropiación que recoge ese fondo histórico, lo deconstruye y, a partir de ahí, fabrica un discurso propio con el que analiza y contrasta la visión idílica del Camerún de Gardi con el contexto real. Ese constructo ideado por el suizo no se queda únicamente en la fantasía naïve del europeo condescendiente. Además de justificar con sus trabajos el rodillo colonial e imperialista que fustigó hasta la extinción a la cultura nativa, encontramos también un marcado homoerotismo que refleja la fascinación del cineasta por aquellos cuerpos de ébano que explotaba en la pantalla y que Hedinger aprovecha para denunciar la pedofilia de aquella popular figura mediática de su sociedad. African Mirror incorpora a su favor la mirada actualizada del espectador, del que se espera que sea capaz de leer entre líneas, superar el discurso arcaico de Gardi y decodificar la verdadera intencionalidad de la película. Para esto, hace falta una intensa labor de documentación y montaje, reflexionar en torno al material original y reordenarlo de manera que, con un conjunto de imágenes preexistente, se pueda crear un discurso nuevo y diferenciado del original. Si con su puesta en escena, Gardi distorsionaba la realidad y la amoldaba a su discurso hasta crear una imagen ficticia de África, Hedinger le ha dado la vuelta y ha utilizado su mismo espejo deformante para enderezar la imagen y dar herramientas con las que reflexionar al espectador. Una lección que no sólo es válida para el caso particular de las películas de René Gardi, sino que, por extensión, Hedinger recibe para poner en duda cualquier discurso hegemónico. Si aquellas películas desvirtuaban la realidad para servir de altavoz del discurso imperialista en África, en esta época de fake news debemos aprender a deconstruir los discursos que nos rodean y separar lo propagandístico de lo real.
MANUEL E. DÍAZ NODA