02 Feb El pájaro que voló del nido
Synek / Pawel Chorzepa (41´)
Lunes 3 / 22:00 h. / Sala 1
El paisaje nevado y el contorno de los árboles, que pasan a toda velocidad por la ventana del tren, permanecen en los pensamientos de Marcín justo el tiempo para que nos percatemos de que los mira sin inmutarse. Esa mañana, tras el desayuno en una mesa de formica y con la frialdad de unas bolsas de plástico, deja atrás el orfanato. Después de seis años regresa a casa. Su mirada incierta y la tristeza de sus gestos se encuentran ante la pared de bloques, igual de incierta, que lo recibe. El plano general de la casa, dos pisos coronados por un tejado a dos aguas, recuerda a las casas dibujadas por los niños. Marcín accede por la puerta a la vivienda. Le seguimos en su deambular por el interior, la impresión es de cierto abandono. La construcción es robusta, pero las paredes sin encalar y el vacío de las habitaciones acentúan la sensación de desamparo, la misma que expresa el rostro del joven. Le vemos en primer plano. Mira a ningún sitio, tal vez hacia el pasado. Una silueta delgada y desaliñada deambula por la casa. Es su padre. Un hombre de mediana edad, pero con la mirada y los gestos devastados. Las muestras de afecto entre ellos se reducen a mirarse y a ciertas complicidades. El silencio persiste, nadie dice nada. Compran un mueble que montan juntos casi sin hablar. Son tan escuetos los diálogos que los ojos son los que nos ayudan a entender. Hacen la comida, cortan leña en la parte trasera de la casa. Visitan a su madre enterrada en el cementerio. Es una fiesta de difuntos, el cementerio está lleno de flores y farolillos encendidos. Algunos familiares velan a sus muertos. La luz y el color de las flores aportan un toque de alegría a un lugar tan lúgubre. Ellos encienden sus farolillos. Allí el padre lamenta su ausencia y dice que si ella estuviera con ellos sabría qué hacer. Marcín realiza trabajos de mejora en la casa; encala las paredes, ajusta las ventanas. Parece que se dispone a organizar mejor el nido al que acaba de regresar. Se nos muestra la realidad de un joven y sus intentos por dejar atrás el trauma de su infancia: el alcoholismo de sus padres, a quienes se les retiró la custodia, lo que para él significó años en el orfanato. Estamos ante el debut como director de Paweł Chorzępa (1981) que ya cuenta con una interesante trayectoria como cámara y fotógrafo. Esta historia, tratada como una película de ficción, combina el estilo documental con la cámara que aprehende la realidad y con acciones más o menos dirigidas o manipuladas. Un documental cuya estética revela una cuidadosa dirección artística. Una mirada sin juicio que se ubica tras el umbral de una puerta. Marcín no pierde el tiempo, tiene múltiples trabajos: en un horno de panadería, en una metalurgia, además cría pájaros; primero en pequeñas jaulas y luego en una gran pajarera que construye dentro de una de las habitaciones de la casa. Los pájaros revolotean asustados por la habitación mientras él los alimenta. El espacio antes destartalado se transforma en una bella jaula como su casa. Luego los vende. El padre, convertido en hijo, continúa su adicción: borracheras y resacas mientras el hijo/padre cuida de él. Marcín visita a su hermano mayor en su casa. Él ha creado su propia familia, lejos del nido y lejos de la carga de un padre alcohólico; la superación aparece en la mirada del joven. Suele encontrarse con una amiga, sus conversaciones, igual que con su padre, son escuetas. Ella le pregunta por el amor, él dice que ahora no tiene tiempo para eso, que está muy ocupado. Con los compañeros de trabajo apenas se relaciona y se distancia almorzando en otra sala; en sus largos silencios vuelve a perder la mirada. En el patio de la casa padre e hijo practican kick boxing en un combate amistoso que contiene la resolución del relato. Esta historia, que nos habla de alcoholismo en un drama no dramático, es también una historia de amor, una historia de perdón, de reestructuración que permite a los protagonistas ejemplificar su redención y reconducir sus vidas.
MARÍA JOSÉ ALEMÁN BASTARRICA