02 Feb LEER FOTOGRAFÍAS
Les Lunes Rousses / Tülin Özdemir (97´)
Lunes 3 / 21:00 h. / Sala 2
Un inmenso mar azul ocupa casi toda la pantalla menos la esquina inferior izquierda de la que sobresale un risco blanco. Dos mujeres conversan sentadas en la hierba. Una cuenta a la otra que esa oportunidad a la que regresa, ese paraje conocido y revisitado, le ayuda a recolocar sus emociones. Sus recuerdos están vinculados al lugar del que fue separada cuando emigró junto a sus padres. El recuerdo inicial, casi kafkiano, nos lleva a un error administrativo de registro, que causa la doble identidad de la protagonista: masculina y femenina, dos sexos, dos nombres, una tarjeta rosa y otra azul, que termina con la llamada al servicio militar de la identidad errónea a la que tienen que matar de forma ficticia. Luego vemos una fotografía. La escena es la siguiente: una boda. La novia sale por la puerta tras la ceremonia, su padre la coge por la cintura y le ayuda en el tránsito entre las dos estancias. Junto a ella, su madre. Se dirigen al coche entre un pasillo de familiares y amigos. El rostro de la novia, tras el velo levemente levantado, muestra su turbación. La fotografía parece tomada por alguien que no es un profesional, seguramente un familiar. La entrada de luz directa provoca una veladura que tiñe de rojos parte de la imagen. Los tonos y colores de la película analógica nos llevan a otra época, la década de los setenta. Una y otra vez Tülin Özdemir volverá a esta fotografía. Quiere que la contemplemos bien, que aprendamos a leerla. Esta imagen representa el momento más trascendental en la vida de la protagonista, Tüncay, casada por sus padres a la edad de trece años después de haber emigrado con ellos a Bélgica. Tüncay es el relato en primera persona de la generación intermedia, la niña de la fotografía, que regresa a Turquía para posicionarse ante la tradición que la marcó. Esta película es un doble viaje: hacia la infancia y hacia los lugares donde suceden los recuerdos. El lugar de su infancia la confrontará con sus fantasmas. La protagonista visita la escuela donde estudió, la casa en la que vivió. En el porche, en la suave noche de verano, se revivirán esos mismos momentos retratados por las cámaras. Ante la tumba de su padre dice que no le perdona y que probablemente nunca volverá. El motivo del viaje, la celebración de la boda de su sobrina, reúne a este grupo de mujeres que se encuentran en torno a la preparación del banquete. Todo transcurre ante nuestra mirada. Los invitados bailan en la fiesta, es un baile ancestral y monótono, engarzados unos con otros desde el comienzo de los tiempos, unidos entre sí por un solo dedo; primero una línea de mujeres, una a una desfilan ante la cámara. Vemos sus rostros, duros, bellos. La cámara retrocede y aparecen los hombres engarzados, bailan el mismo paso, forman un círculo. En Turquía el matrimonio concertado sigue siendo una institución sociocultural que persiste generación tras generación. No obstante, la tercera generación, que vive en Europa, viste a la moda y se fotografía alegremente como cualquier joven, no sigue estos preceptos. Su sobrina y sus amigas hacen otras fotos, hablan en francés e inglés. Al atardecer, la cuarta generación en las calles de Bruselas son dos niños pequeños, recitan de memoria la letra del himno nacional turco, que poco a poco se solapa con el sonido de los muecines que llaman a la oración de la tarde desde los minaretes.
MARÍA JOSÉ ALEMÁN BASTARRICA