02 Feb LO QUE LA TIERRA QUIERA
Riafn (29’) / A sad se spusta vece (28’) / L’ultimu sognu: dernier rêve à Petra Bianca (33’)
16:00 h. Sala 1
Hay una Europa en la que la industrialización no tiene más potencia transformadora que el paso de las estaciones y el consumo no se encuentra manipulado por las grandes factorías. Puede parecer que un panorama así, hoy, está abocado a disolverse en el olvido. ¿Qué comunidad resistirá la despoblación y los nuevos paradigmas de dependencia dineraria? Si atendemos con una óptica sensible se vislumbra una respuesta. Los habitantes de esa Europa, o europas, están en simbiosis con el medio que habitan. El reto cotidiano de soportar los rigores de la naturaleza consume sus tiempos y sus espacios. Cualquier otra fuerza coactiva no tiene lugar en la Europa salvaje.
Riafn abre con un camino silvestre que llega hasta un túnel. Una vez la mirada se adentra en el túnel, la oscuridad es espesa. Al cabo de unos segundos, surge de la tiniebla un coro de cuatro personas con atuendos tradicionales alpinos. Cantan al revés. En esa cadencia inquietante es posible identificar el magnetismo de piezas electroacústicas de Stockhausen como Gesang der Jünglinge. La alegoría de los espectros que habitan la cueva más profunda es evidente. A continuación la escena transita. Los pastores de los Alpes hacen su aparición. Un retrato que se aleja del bucolismo virgiliano. Desde una estrategia narrativa que hace gala de un lenguaje simbólico, polifónico y no exento de humor, este cortometraje documental juega con la persona en función del paisaje y nos presenta a pastores y pastoras en un marco que los retrata con la dignidad del ser romanticista a merced de la naturaleza, aunque en Riafn, debido al estatismo y al peculiar diseño sonoro, parezca, en no pocas ocasiones, surreal y hasta paródico. Todos los pastores usan un lenguaje con el que se dirigen al ganado y hablan entre ellos. En La Gomera silban. Los que viven en los Alpes, para que sus voces reverberen y expandan salvando valles y cordilleras, usan el riafn. Este procedimiento de comunicación, junto al sonido ambiental, los mugidos y balidos bovinos levantan una arquitectura sonora que podría prescindir de imágenes e igualmente evocaría dichas imágenes. Hannes Lang retrata un retablo de situaciones que se encadenan sin explicación porque no la requieren. No hay comentarios, voz en off o diálogo. El ecosistema habla. El equipo de este cortometraje musical emplea una fórmula idónea para que los planos y las escenas capten ese “idioma” agreste en el que se mezcla el canto de los pájaros, el balido de las cabras y el bramido de las ventiscas. Un documento electroacústico y antropológico que catapulta el riafn a esta época para que lo estudiemos y conservemos. Estos pueblos que salpican Europa, de variopinta y compleja vastedad, han creado comuniones profundas que hacen uso de los ritmos de las cosechas, el pastoreo, la caza y el ocio identitario para, en cada caso, concebir una cultura propia. Gracias a una paradoja tecnológica: la de poder registrar lo que sucede, esta maravilla de la comunicación entre personas, animales y elementos permanecerá en la historiografía de nuestro continente, accesible. El poeta Ezra Pound, polémico testigo de la destrucción de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, escribió: «Donde la ambición es el oficio de todos, quién ara los campos».
A sad se spusta vece (Al llegar la noche) es un cortometraje escrito y dirigido por Maja Novakovic. Comienza con el anochecer en una región remota del este de Bosnia. Entre una casa, una parcela humilde, labores de cosecha y pastoreo, dos mujeres, Obrenija Radic y Vinka Radic desarrollan una vida autárquica y enraizada a la tierra, tan fértil como difícil de trabajar por estas dos ancianas. Sus cuerpos, transformados por el tiempo y las inclemencias, son el testimonio de cómo los elementos moldean a las personas hasta convertir en arcilla sus pieles y en raíces las extremidades; mujeres-árbol. Las escenas cotidianas prestan más atención a las texturas y a los gestos que al interior humano, por lo que asistimos a un desfile de planos que recuerdan a los personajes del Velázquez costumbrista, a las contraluces de Rembrandt o a Los comedores de patatas de Van Gogh, pero no nos encontramos frente a una imagen estática o un retrato en el que la realidad es una interpretación del artista. Sin rechazar la búsqueda de una belleza (entendida como verdad) ancestral y digna, A sad se spusta vece no indaga en las emociones de sus protagonistas a pesar de que la mente espectadora se pregunta por qué viven así, por qué están solas, etc. Con el punto de reflexión o midpoint, que tiene lugar cuando una de las mujeres va hasta un prado para recibir a la lluvia entre cánticos mientras ondea un vestido de novia, basta para entender que el mundo emocional de las ancianas se remonta a culturas en las que los ritos calmaban miedos y celebraban dones. Cabría preguntarse si, al igual que el lumpenproletariado de la era industrial, la clase campesina de la Europa remotísima también padece de alienación, aunque se trate de la provocada por una naturaleza tan exigente como necesaria que condena a sus moradores a arar los campos sin ambicionar nada más que lo que la tierra quiera.
En la mágica pieza L’ultimu sognu: dernier rêve à Petra Bianca de Lisa Reboulleau nos adentramos, a través del testimonio de un anciano corso que vivió una experiencia sobrenatural con una mujer llamada Lucía y con su abuelo materno, en la tradiciones chamánicas de Córcega. Una vez planteada, la introducción da paso a las imágenes de archivo de los tiempos en los que fantasmas de animales, rayos que caen en iglesias, curanderos y sueños premonitorios formaban la actualidad. La textura deteriorada de las grabaciones en las que se recogen fragmentos de la vida rural de esta isla a principios del siglo XX sirve de escenario para la voz femenina que describe su percepción del mundo como ser dotado de poderes extrasensoriales. Se trata de una mazzera. Los mazzeri salen en sueños para matar animales. El jabalí, muy numeroso en Córcega, suele ser su presa predilecta, pero los mazzeri también matan ganado y animales domésticos. Normalmente el rostro del animal guarda similitudes con el de algún vecino, lo que significa que esa persona morirá pronto. El arma que preferentemente usan es un garrote, sacado de una vid, conocido como mazza. La palabra mazzere probablemente deriva de dicho instrumento. Cabe apuntar que en Chera, al sureste de Córcega, emplean cuchillos y a los mazzeri se les denomina culpadori o colpadori (los que asestan golpes). La tradición establece que las personas que han recibido incorrectamente el bautizo pueden convertirse, ritos de iniciación mediante, en mazzeri. La noche está presente en L’ultimu sognu: dernier rêve à Petra Bianca porque bajo su manto acontece esta magia paleolítica. El testimonio del anciano cuyo abuelo adquirió ese poder extraño nos lleva a pensar que, quizás, él también pertenece a esta estirpe chamánica. Su sensibilidad rural se expresa en términos tan enigmáticos que: o bien pertenece a un pueblo que integraba estos fenómenos en sus rutinas y sólo entiende la realidad simbolizada, o bien hemos asistido al testimonio de uno de los últimos cazadores oníricos de Córcega. Quién sabe. Mientras la Europa oficial se rompía, a principios y mediados del siglo pasado, en nuevas fronteras y desoladoras batallas, en Córcega, como en Galicia o La Gomera, muchos pueblos continuaban creyendo, y aún lo hacen, en mitos de tiempos anteriores a Homero, tal vez cavernarios. Habría que preguntarse, después de este recorrido minúsculo por las otras europas si la Europa de las estrellas sobre fondo azul, la Europa de Beethoven, Berlín, Les Champs-Élysées y las ecotasas que mostramos con orgullo desde la perspectiva urbanita y a la vanguardia de los desarrollos socioeconómicos es una realidad representativa o el reflejo de una parte excepcional y sobrevalorada.
SERGIO BARRETO