01 Feb DESTINO DE IDA Y VUELTA
Manoliño Gnema / Antonio Grunfeld Rius (85´)
18:00 h. Sala 1
De la misma manera que los ciudadanos establecemos un contrato social, el artista se compromete con un contrato cultural y, en ocasiones, ambas opciones van de la mano. Manoliño Gnema nos presenta la historia de Marcelo Ndong y, a través suyo, nos ofrece un recorrido por la última etapa colonial de España y el desarrollo posterior de Guinea Ecuatorial. Como si de una cinta de Alfred Hitchcock se tratara, la creación de una obra de teatro biográfica sirve de McGuffin desde el que se dibujan tres líneas argumentales. La primera es el relato autobiográfico de Ndog que lo va desarrollando en primera persona; la segunda es la propia historia de Guinea, su paso de colonia española a país independiente, la dictadura de Francisco Macías Nguema y los lazos y deudas que aún la mantienen ligada a España; por último, está la representación de la obra en sí, donde podemos apreciar a modo de performance las tres edades del protagonista. Gracias al arte, Ndong salió de una Guinea pobre, descubrió el arte y el mundo del circo, viajó por todo el mundo y, tras haberse convertido en un hombre cultivado, decidió regresar a su hogar y devolver todo aquello que había recibido a las nuevas generaciones de su país. Ese es el contrato del arte, que nos permite crecer como individuos, como integrantes de la sociedad, pero también ayudar en este proceso a los que están a nuestro alrededor. Ndong dice en un momento de la película: «nadie vive de la cultura en Guinea». Sin embargo, él es un ejemplo de cómo el arte puede ser un medio para trascender el entorno social y abrir la mirada a otras realidades. En el relato histórico, somos testigos de la herencia del colonialismo, aún patente en la sociedad guineana, cómo aspectos culturales tan básicos como el provenir de una zona cálida se convierten en marcadores sociales. Marcelo vivió una etapa de apertura con la transición en España, siendo un negro ecuatoriano, sufrió discriminación, pero al mismo tiempo el tono de su piel le hizo destacar y llamar la atención frente a sus compañeros. Curiosamente, en su destino de ida y vuelta, su transformación en un ciudadano del mundo, cultivado y abierto, chocó también con la sociedad aún muy provinciana que se encontró al volver. Son elementos que ayudan a la persona a ser consciente de los pasos que ha dado, pero también de lo lejos que queda el punto de partida y la necesidad de allanar el camino para que otros puedan andar el mismo trayecto que él. Por ello es tan importante la contextualización histórica que hace el documental, que sitúa al espectador en los diferentes momentos vitales y sociales por los que ha transitado Ndong. De cultura española, con una juventud formada en Galicia, Marcelo reivindica también su identidad africana, no sólo por su forma de vestir, sino también por la propia naturaleza de la performance con la que escenifica su vida, que bebe de ritmos africanos fusionados con su experiencia española. Manoliño Gnema se convierte así en una película alegre, llena de esperanza, enaltecedora del espíritu humano frente a la adversidad. La luz, el colorido, la música acompañan a este sexagenario artista africano con una narración en la que no faltan tampoco lágrimas, ya sea de pérdida, como de emoción y gratitud por el tiempo vivido y los lazos forjados.
MANUEL E. DÍAZ NODA