Cuba y Sahara, dos lugares antagónicos dispuestos a llamar la atención en el contraste que existe entre ellos. Lo exótico de Cuba, sus olores, sus colores, su ruido, acaba convirtiéndose en surrealismo mágico en contraste con el desierto y la sordidez de los campos de Tinduf. Y al revés, los campos de refugiados saharauis, que bien podrían resultar parajes desoladores y deshumanizados, acaban siendo auténticos oasis de humanidad. Donde el silencio y el aislamiento son los protagonistas hay un resurgir feroz del alma humana. Un grito y una lección de humanismo y de resistencia, y en el centro, ELLAS.