08 Mar Retos y circunstancias de las mujeres en el cine de lo real
La diversidad de experiencias muestra cómo las cineastas superan dificultades y abordan oportunidades para hacer películas con su propia mirada.
Ser cineasta, cuando se es mujer, conlleva ciertas características particulares, que pueden influir o advertirse en el tipo de mirada como autora, en circunstancias relacionadas con la producción y realización del film. Lo diferencial en comparación con lo más abundante es a menudo producto de la desigualdad presente en el cuerpo social, que, como se sabe, no es ajena al mundo del cine. Al contrario, es muy común.
“El cine es una industria muy dominada por los hombres, siempre lo ha sido”, dice la directora iraní afincada en Francia Afsaneh Salari durante su estancia en MiradasDoc, a donde llega con su película The silhouettes (79’ / 2020 / Irán, Filipinas), que compite en el concurso al mejor largometraje internacional. “Siempre va a ser más difícil, porque en la sociedad es más difícil ser mujer, pero también al mismo tiempo hay una cosa de autocensura: cuando eres mujer, consideras que no vas a poder acceder a esa cosa, porque nunca has sido parte de la institución como sí lo han sido los hombres”, dice la cineasta franco-palestino-afgana Lina Soualem, que presenta ante el público de MiradasDoc Leur Algérie (72’ / 2020 / Argelia), en el concurso internacional de ópera prima.
Salari piensa en voz alta, hace un rápido recorrido por otras expresiones artísticas y certifica que “el cine sigue siendo una de las más dominadas por los hombres; por este motivo –concluye– las mujeres tienen que luchar para encontrar su sitio”. Esa ha sido al menos su experiencia, marcada más por la estructura patriarcal dominante en la industria que por su condición de mujer iraní, porque, cuenta, en Irán las leyes y la Constitución tienen una orientación que, en ocasiones, se compensa dentro de las familias, que “culturalmente, tratan de crear espacios de igualdad”. Así lo ha vivido.
Efectivamente, el del cine es “un mundo muy masculinizado”, según pudo comprobar desde que se adentró en él la cineasta nacida en Zaragoza y afincada en Tenerife María Abenia, que en esta XIV edición del Festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora desempeña el papel de coordinadora de contenidos y programación. “Hay una mecánica, una estructura que todavía tenemos que deconstruir y trabajar mucho de la sociedad patriarcal y del patriarcado dentro del oficio del cine”, una realidad que marca “una distancia muy fuerte entre ambos sexos”.
Sin embargo, las mujeres no se detienen, ni en el conjunto de la sociedad ni en el cine. Ser directoras de cine de “lo real”, como prefiere decir Abenia, les permite “independencia y demostrar el valor propio” y las puede llevar a abordar sujetos históricos o colectivos “a través de historias íntimas”, dice Soualem. Este abordaje íntimo de cuestiones con dimensiones sociales o históricas se convierte así en “una forma de encontrar su lugar, de afirmarse también al mundo y de encontrar su voz como mujer”, expresa la cineasta franco-palestino-afgana mientras reflexiona sobre su propia experiencia.
En el caso de Gosia Juszczak, directora de Stolen Fish/Pescado robado (30’ / 2020 / Reino Unido, España), que compite en el concurso al mejor documental nacional, la realizadora polaca afincada en España da mucha importancia a la forma en la que los personajes cuentan las cosas y, aunque “la selección de los personajes va evolucionando siempre en los documentales”, para ella fue “muy importante, como mujer, contar con un personaje femenino”, entre los tres protagonistas de su corto. Además, en este caso, porque Mariama –coincidiendo con lo que apunta Juszczak – “representa a muchos, a un sector muy importante de la producción pesquera de Gambia, porque las mujeres son las que procesan el pescado y son un pilar muy importante del sector de la pesca”.
Sin embargo, mientras unas mujeres han tenido que luchar para ganarse la confianza de los hombres en el equipo de rodaje, como dice Soualem, para otras la experiencia es diferente. Es el caso de la cineasta franco-palestino-afgana, para quien la filmación de su ópera prima significó la oportunidad de “intercambiar con otras mujeres cineastas de edad mayor, que me transmitieron mucha fuerza, consejos para poder hacer mi peli, esa sororidad fue muy importante en todo el recorrido. Y también trabajé con una editora, una productora y así estaba rodeada de mujeres fuertes que me inspiraron mucho y me dieron la fuerza para seguir hasta el final”.
Por su parte, la programadora de MiradasDoc se remite a dos experiencias distintas y coincidentes, su papel en esta edición del festival y la dirección de su última película, para señalar otro factor: contar en el equipo con “hombres con una masculinidad construida desde un escenario muy igualitario y que no es muy diferente a la mía, sobre todo, porque son hombres trabajados”. Abenia coincide con Soualem también al contar en su rodaje con el apoyo de mujeres, por formar parte mayoritaria de su equipo, y con ese tipo de hombres a los que se ha referido con unos calificativos empleados al pensar en el equipo de programación de MiradasDoc, un grupo paritario, compuesto, además de ella, por el director del festival, el cineasta canario David Baute, el crítico de cine Miguel Ángel Quintero y la cineasta canaria Nayra Sanz.
La selección de MiradasDoc
Al plantearse su trabajo como programadora, Abenia asegura que el hecho de ser mujer está presente, junto a “todo aquello que nos forma como persona: el género, una serie de experiencias vitales, una formación académica, encuentros, desencuentros, alegrías, penas, todo eso, cuando nos enfrentamos a ver documentales, a ver cine, así como a leer literatura o en otro tipo de artes de alguna manera va a estar siempre mediando en cómo tu recibes todo ese material dentro de ti”.
En este sentido, Abenia señala que “me imagino que parte de ser mujer me hace muchas veces estar más sensible a aspectos que creo necesarios también de hacer dialogar, como programadora, con los espectadores y espectadoras. En este sentido, no creo que por encima de otros aspectos o cuestiones, porque, claro hay tantas cosas urgentes e importantes en este momento… que no es que esté particularmente concentrada en la cuestión feminista, que también”.
Entre los criterios que se plantean los programadores de MiradasDoc late la intención de la búsqueda del equilibrio, un equilibrio aún más complejo, porque tiene en cuenta más factores.
Así lo explica Abenia: “una vez hacemos una primera selección de películas, Nayra, Miguel Ángel, David y yo hacemos un recuento de la cantidad de películas dirigidas por mujeres y por hombres. Procuramos ser muy sensibles a ello y también hacemos un recuento de los países de filmación o de financiación de esas películas. Intentamos de alguna manera encontrar un abanico plural, no solamente de género, sino también de territorios para que no haya nunca una mirada que impere sobre la otra”.
Resultado de este arduo proceso de selección se resume en una sección oficial que contó con tres películas dirigidas por mujeres entre las ocho que se presentaron al concurso al mejor largometraje internacional. Entre ellas se encuentra la ganadora del primer premio de MiradasDoc 2021, Río turbio, de Tatiana Mazú González (82’ / 2020 / Argentina), que se plantea cómo filmar donde la presencia de la directora está prohibida por el hecho de ser mujer, porque, según el mito aún vigente en los pueblos carboneros de la Patagonia, si una mujer entra a una mina, la tierra se pone celosa hay derrumbes y muerte.
En The silhouettes (79’ / 2020 / Irán, Filipinas), Afsaneh Salari acompaña a Taghi, hijo de afganos refugiados en Irán tras la invasión soviética de 1982, que trata de trazar su propia identidad y su futuro. Victoria (71’ / 2020 / República Checa, Bélgica) está dirigida por tres mujeres: Sofie Benoot, Liesbeth De Ceulaer e Isabelle Tollenaere. Su película encuentra a Lashay T. Warren, quien trata de empezar de cero en la casi ciudad fantasma de California City. Precísamente, uno de los fotogramas de esta película fue elegido para el cartel de esta edición.
De los 13 documentales que han aspirado al premio internacional al mejor cortometraje, seis están dirigidos por mujeres. Je me suis mordue la langue (25’ / 2020 / Francia, Túnez), de Nina Khada es una pieza de indudable interés etnográfico y cinematográfico, en la que la cineasta reflexiona sobre su doble herencia cultural franco-argelina. En Montaña perdida (12’ / 2020 / Francia, Colombia), María Alejandra Zúñiga Delgado construye un relato sobre la guerra por la independencia de Argelia a partir de testimonios reales con imágenes del fondo de archivos del ejército francés. En Mutts (18’ / 2019 / Canadá), Halima Ouardiri entra en un refugio de perros callejeros en Agadir, Marruecos, donde más de 750 canes esperan por la adopción.
Papa (29’ / 2020 / Polonia), de Maryia Yakimovich, se configura como un diario de los recuerdos de la autora, que cuenta la problemática relación entre padre e hija provocada por la enfermedad mental del padre. De autora polaca, también, en el corto Tell me more (29’ / 2020 / Polonia) Martyna Peszko muestra los cuidados que le presta Martyna a su madre, postrada en cama por esclerosis. Maija Blåfield se basa en conversaciones grabadas en Seúl con exciudadanos norcoreanos y fotografías tomadas en la frontera con China para montar su película The fantastic (30’ / 2020 / Finlandia), donde muestra las fantasías de los protagonistas sobre el mundo exterior.
En el concurso internacional a la mejor ópera prima, de siete películas, dos son dirigidas por mujeres. Se trata de A rifle and a bag (89’ / 2020 / India, Rumanía, Italia, Qatar), de Cristina Hanes, Isabella Rinaldi, Ayra Rothe- que además han obtenido una Mención Especial del Jurado- una historia de una pareja que lucha por forjarse una nueva identidad tras abandonar un grupo guerrillero que lucha en el norte de la india. Leur Algérie (72’ / 2020 / Argelia), de Lina Soualem, se centra en el divorcio de sus abuelos, que, ya octogenarios y tras 62 años de matrimonio, deciden separarse. El divorcio ofrece a su nieta una oportunidad para preguntar por su largo viaje al exilio desde Argelia al centro de Francia y por su silencio.
Seis de las nueve películas que han competido por el premio al mejor documental nacional en esta edición de MiradasDoc están dirigidas por mujeres. La primera de ellas Entre perro y lobo (80’ / 2020 / España, Cuba), de Irene Gutiérrez, se alzó con el galardón de mejor largometraje nacional. Nos muestra a tres excombatientes de la Guerra de Angola inmersos en lo más profundo de la selva cubana, donde se resisten a abandonar el espíritu revolucionario que los unió. Espantajo (19’ / 2019 / España), de Carlota Bujosa Cortés es una revisión de la propia historia de su directora, de sus raíces y de la pertenencia, hecha a partir de imágenes familiares que nunca había visto. Heurtebise (20’ / 2020 / España) está codirigida por Elisa Torres y Octavio Guerra. Entra en una casa habitada por tres mujeres y un bebé al lado del mar.
Marlén Viñayo presenta en Imperdonable (35’ / 2020 / El Salvador, España) a Geovanny, asesino de una pandilla salvadoreña desde los 12 años. En prisión se retira de la pandilla para unirse para una iglesia evangélica, pero para ambos grupos, carga con un pecado imperdonable: es gay. En La mami (80’ / 2019 / México, España), Laura Herrero Garvin presenta a la encargada del mítico Cabaré Barba Azul, doña Olga. En Pescado robado (30’ / 2020 / Reino Unido, España), Gosia Juszczak cuenta la historia de Abou, Mariama y Paul, que comparten historias intimas de supervivencia, añoranza y trayectorias migratorias que dejan una huella para siempre mientras el sector pesquero de Gambia se desvanece frente a la fuerza de grandes empresas chinas.